La depresión mayor, también llamada depresión endógena o depresión unipolar, es un trastorno del estado de ánimo caracterizado por síntomas como: tristeza profunda, disminución del impulso vital, pérdida de interés en las actividades normales, pensamientos negativos y pesimistas, alteraciones en las funciones cognitivas y síntomas vegetativos como sueño y alteración del apetito (Otte et al., 2016). Es un trastorno muy frecuente, cuya incidencia es del doble en el sexo femenino, y particularmente extendida.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) califica la depresión mayor como uno de los trastornos más incapacitantes del mundo y con un costo social muy alto. Además de los problemas psiquiátricos, el trastorno depresivo mayor se asocia con un mayor riesgo de desarrollar diabetes, enfermedades cardíacas y accidentes cerebrovasculares (Whooley et al., 2013). El trastorno depresivo mayor se incluyó en el DSM-III en 1980, el manual estadístico y de diagnóstico de los trastornos mentales que ahora se encuentra en su quinta edición (DSM-5).
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Depresión mayor
La depresión mayor es un trastorno psiquiátrico debilitante que se caracteriza por la presencia de al menos un episodio depresivo que dura al menos dos semanas. El trastorno depresivo mayor se caracteriza por un importante descenso del estado de ánimo, reducción de intereses y actividades placenteras, cambios en el contenido del pensamiento y alteraciones en la cognición, así como problemas vegetativos, como alteraciones del sueño y del apetito. De hecho, el paciente con depresión mayor permanece en un estado de profunda tristeza, desesperación y apatía durante todo el día, con continuas cavilaciones, faltas de atención y pensamientos negativos sobre sí mismo, su futuro y el contexto social que le rodea (Otte et al. al., 2016).
Epidemiología
El trastorno depresivo mayor ocurre predominantemente en mujeres, con una proporción de alrededor de 2:1 en comparación con los hombres (Seedat et al., 2009) y afecta a alrededor del 6 % de la población mundial (Bromet et al., 2011). También se estima que una de cada seis personas desarrolla al menos un episodio de depresión mayor en su vida (ibidem).
La edad promedio de inicio del trastorno es de 25 años y el pico de incidencia es entre la adolescencia tardía y los 40 años. En los países occidentalizados, con el avance de la edad, también hay una modesta reducción en la intensidad y los síntomas de la depresión. Para luego aumentar como incidencia en la vejez (Kessler et al., 2013).
Tendencia del trastorno
El curso del desarrollo de la depresión mayor difiere significativamente de un caso a otro. En algunos casos, de hecho, la remisión es completa, en otros el trastorno se vuelve crónico. En general, la mayor gravedad de los síntomas, otras comorbilidades psiquiátricas y la presencia de un trauma infantil complican el proceso de recuperación (Phenninx et al., 2010). Promedio, un episodio depresivo varía entre 13 y 30 semanas y alrededor del 70-90% de los pacientes superan el episodio dentro del primer año de aparición (Spikker et al., 2002).
Tras la remisión del trastorno depresivo es posible que algunos síntomas y dificultades en la vida diaria permanezcan de forma residual (Ormel et al., 2010), reduciendo así la calidad de vida de los pacientes (Ormel, J. et al., 2004). Además, la probabilidad de una recaída es alta. Se estima que el 80% de los pacientes con un trastorno depresivo mayor previo desarrollan al menos un segundo episodio depresivo en su vida (Vos et al., 2004).
Consecuencias
El trastorno depresivo mayor es un trastorno grave que necesita un tratamiento adecuado. De hecho, la depresión mayor es uno de los trastornos psiquiátricos con mayor tasa de suicidio (Chesney, E et al., 2014). Además, la presencia de depresión tiene efectos no solo sobre la salud mental, sino también sobre la salud física. Los estudios han demostrado que los pacientes con depresión mayor tienen un mayor riesgo de desarrollar otros trastornos como diabetes mellitus, enfermedades cardíacas, accidentes cerebrovasculares, hipertensión, obesidad, cáncer, deterioro cognitivo y enfermedad de Alzheimer (Penninx et al., 2013; Haapakoski, R. et al. al., 2015).
Síntomas de la depresión
Los síntomas de la depresión mayor son variados, múltiples y también pueden presentarse de formas muy diversas. En general, los aspectos típicos de este trastorno son el desvío del estado de ánimo (tristeza profunda) y la pérdida de interés en las actividades normales de la vida diaria. Los principales síntomas de la depresión son:
- Estado de ánimo deprimido (por ejemplo, sentirse triste, vacío, sin esperanza).
- Pérdida de interés y placer en hacer cualquier cosa.
- Pérdida de peso significativa o aumento de peso.
- Agitación psicomotora o retraso psicomotor.
- Fatiga crónica y pérdida de energía.
- Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva o inapropiada.
- Mayor dificultad para pensar y concentrarse, o indecisión patológica.
- Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente o intento de suicidio.
Estado de ánimo deprimido
Entre los síntomas afectivos, el central en la depresión mayor es la tristeza profunda, casi siempre presente a lo largo del día e insensible a cualquier evento positivo. La tristeza patológica es diferente a la tristeza ordinaria. De hecho, la tristeza no patológica es situacional, ligada a determinados momentos, y no impregna toda la vida del individuo. Por otro lado, quienes padecen depresión mayor se quejan de una profunda tristeza diaria y una sensación de desesperación que no cambia ni siquiera ante los acontecimientos agradables y alegres.
Pensamientos negativos
La depresión mayor, además de afectar el área de las emociones y el estado de ánimo, tiene importantes aplicaciones sobre el contenido de los pensamientos negativos y catastróficos. De hecho, los pacientes deprimidos tienden a tener una baja opinión de sí mismos y de sus capacidades. También muestran expectativas y pensamientos negativos sobre los demás y las personas que los rodean y expectativas negativas sobre su propio futuro (Clark & Beck, 2010). En general, el contenido negativo de los pensamientos empeora a medida que empeora el estado de ánimo, hasta la presencia de ideaciones delirantes (delirios de incurabilidad, culpa, ruina, etc.) o ideas o acciones suicidas. (Disner et al., 2011; Walker et al., 2015).
Trastornos de la función cognitiva
Además de alteraciones en el contenido del pensamiento, quienes padecen depresión mayor pueden presentar dificultades en los procesos cognitivos. La rumiación es muy frecuente en pacientes deprimidos (Sheline et al., 2009), es decir, la tendencia a pensar continuamente en los propios síntomas, la propia condición y los contenidos negativos hacia el propio futuro (Hui Xia et al, 2020; Cooney, R. E. et al. . , 2010). Además, los pacientes deprimidos pueden quejarse de dificultades de concentración, memoria y toma de decisiones (Pan et al., 2019; Maier, S. U. et al., 2015).
Síntomas conductuales de la depresión.
Entre los síntomas conductuales más evidentes de la depresión mayor encontramos la reducción de las actividades diarias. La pérdida del placer por hacer cualquier cosa (anhedonia), la pérdida de interés (apatía) combinada con la sensación de cansancio crónico llevan al sujeto a reducir gradualmente todas las actividades diarias, a reducir los contactos sociales, cerrándose así del mundo y de la vida. . La reducción progresiva y constante de las actividades diarias conduce a una discapacidad percibida (“Ya no soy capaz de hacer lo mío”) y real. Otros aspectos conductuales típicos de la depresión mayor son la desaparición progresiva de las acciones encaminadas al bienestar y cuidado personal.
Las personas con depresión mayor generalmente tienen dificultades para cuidar su apariencia física y su higiene personal. Además, se produce un abandono progresivo y paulatino de todas las actividades sociales, con un recrudecimiento de los sentimientos de soledad e inutilidad, con el resultado de un recrudecimiento de la depresión mayor.
Síntomas físicos de la depresión.
La depresión mayor también se manifiesta a nivel somático. Algunos pacientes pueden somatizar la tristeza mostrando más síntomas somáticos (fatiga crónica, dolor generalizado, problemas gastrointestinales). En algunos casos, los pacientes con depresión mayor pueden negar el trastorno del estado de ánimo preocupándose solo por los síntomas físicos, hasta que manifiestan verdaderos delirios hipocondríacos.
Además de las manifestaciones somáticas, un trastorno depresivo puede manifestarse a través de una alteración del ritmo sueño-vigilia, el aumento o disminución del sueño nocturno, cambios en los hábitos alimentarios (con aumento o disminución del apetito), reducción del deseo sexual y otros problemas Relativo a la esfera sexual. En casos de depresión muy profunda podemos observar un enlentecimiento general de la motricidad del paciente (ralentización psicomotora) (Kapfhammer, 2006)
Causas de la depresión mayor
Entre las causas de la depresión mayor encontramos haber vivido acontecimientos vitales adversos en la adolescencia o la edad adulta (Goodyer, I. M. et al., 2000). De hecho, estos eventos están relacionados con una mayor probabilidad de desarrollar depresión mayor. Por ejemplo, las condiciones socioeconómicas desfavorecidas, la pobreza y la mala escolaridad se consideran factores de riesgo para la depresión (Lorant, V. et al., 2003). Crecer con un padre deprimido también conduce a un mayor riesgo de desarrollar depresión. Sin embargo, en general, las fuentes importantes de estrés aumentan el riesgo de desarrollar depresión mayor (Kessler, 1997). Entre las causas más importantes encontramos:
- Trauma o abuso
- Muertes y pérdidas de personas importantes
- Divorcios y separaciones
- Desempleo o inseguridad financiera
- Aislamiento social
- Acoso laboral y acoso escolar
- Enfermedades graves o crónicas.
Más recientemente, los estudios han demostrado que los acontecimientos adversos de la vida en la infancia pueden influir en el desarrollo de un trastorno depresivo en la edad adulta. Entre estos eventos estresantes encontramos la violencia física o sexual, el abandono de los padres, la exposición a la violencia doméstica o la separación temprana de una figura paterna por muerte o separación de los cónyuges (Li et al., 2016).
Factores genéticos
Frente al trastorno bipolar que ha mostrado un componente genético muy importante, respecto a la depresión mayor la influencia de la familiaridad es más modesta pero presente (Geschwind, D. H., & Flint, J. 2015). Estudios realizados en gemelos han confirmado una mayor probabilidad de desarrollar un trastorno depresivo para aquellos que tenían un gemelo con el mismo trastorno (Jansen, R., 2016).
Sin embargo, en la depresión mayor, en comparación con la vulnerabilidad genética, la mayor influencia parece estar relacionada con los eventos vitales adversos y las características psicológicas, no solo adquiridas sino también aprendidas durante el desarrollo (Flint, J et al., 2014). Lo que parece, por tanto, decisivo es la interacción entre los factores genéticos predisponentes y los acontecimientos vitales adversos (Klengel, T., & Binder, E. B.; 2015). Sin embargo, aún se planean más estudios para investigar el componente genético subyacente a los trastornos depresivos (Hyman, S., 2014).
Vulnerabilidad psicológica
Entre las causas de la depresión también existen variables individuales. Si es cierto que todas las situaciones estresantes pueden conducir a la depresión, también lo es que no todos los que viven situaciones estresantes enferman. Entre las vulnerabilidades psicológicas encontramos: baja autoestima y autoeficacia, tendencia a la autocrítica, incapacidad para satisfacer las propias necesidades y poca adaptabilidad a los cambios de la vida.
Además, el paso por algunas etapas de la vida puede ser especialmente delicado. El paso de la adolescencia a la edad adulta, la jubilación, el nacimiento de un hijo son momentos sensibles que aumentan los niveles de estrés y pueden conducir al desarrollo de un trastorno depresivo.
Diagnóstico de depresión mayor
Según el DSM-5, se requieren al menos 5 de los siguientes síntomas para ser diagnosticado con depresión mayor:
- Estado de ánimo deprimido (por ejemplo, sentirse triste, vacío, sin esperanza).
- Pérdida de interés y placer en hacer cualquier cosa.
- Pérdida de peso significativa o aumento de peso.
- Agitación psicomotora o retraso psicomotor.
- Fatiga crónica y pérdida de energía.
- Sentimientos de inutilidad o culpa excesiva o inapropiada.
- Mayor dificultad para pensar y concentrarse, o indecisión patológica.
- Pensamientos recurrentes de muerte, ideación suicida recurrente o intento de suicidio.
Al menos uno de los síntomas enumerados anteriormente debe ser un estado de ánimo deprimido o pérdida de interés en hacer cualquier cosa.
Tratamiento de la depresión
El tratamiento de la depresión implica intervenciones farmacológicas y no farmacológicas integradas (NICE, 2009). De hecho, la investigación ha demostrado que, en la mayoría de los casos, el tratamiento farmacológico combinado con el tratamiento psicoterapéutico favorece los mejores resultados clínicos (Cuijpers et al, 2009).
Terapia farmacológica para la depresión.
Las terapias farmacológicas que se utilizan en la depresión son diferentes, además la terapia farmacológica correcta siempre es altamente personalizada. Es por esto que es fundamental ser seguido por un psiquiatra. Los fármacos utilizados en el tratamiento de la depresión son diferentes y actúan sobre diferentes receptores y sustratos biológicos.
Los fármacos utilizados incluyen antidepresivos tricíclicos (ATC), inhibidores de la monoaminooxidasa (IMAO), inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS), inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina y norepinefrina (NSRI) y otros tipos de fármacos (Para una revisión sobre el tema ver París, 2004 ). También se pueden usar fármacos neurolépticos, en particular cuando los síntomas de depresión son particularmente graves y provocan síntomas psicóticos (Dubovsky et al., 2020).
Psicoterapia para la depresión.
En el campo de la psicoterapia existen numerosas intervenciones dirigidas a mejorar y tratar la depresión mediante estrategias no farmacológicas. A lo largo de los años, las intervenciones cognitivo conductuales en particular han tenido la mayor cantidad de estudios de eficacia (Zhang et al., 2019).
Terapia de conducta cognitiva:
La terapia cognitiva conductual para la depresión se enfoca en los pensamientos, emociones, situaciones y condiciones que subyacen y desencadenan o sostienen el trastorno depresivo. Enseñan a los pacientes a identificar los pensamientos negativos disfuncionales que sustentan la depresión y brindan habilidades para cambiar estos pensamientos, reemplazándolos con pensamientos más realistas y positivos.
Activación conductual:
La terapia centrada en la activación del comportamiento tiene como objetivo aumentar la frecuencia con la que el paciente se involucra en actividades que son placenteras o significativas para él. Además, se identifican y modifican los procesos de evitación que suelen estar presentes en los pacientes con depresión.
Psicoterapia psicodinámica:
La terapia psicodinámica ayuda a los pacientes a explorar y comprender cómo las emociones, los pensamientos y las experiencias tempranas de la vida crearon los patrones psicológicos que llevaron al desarrollo del trastorno depresivo. Reconocer estos patrones contribuye a un mejor autoconocimiento y es una oportunidad para que los pacientes puedan cambiar estos patrones.
Terapia de resolución de problemas:
La terapia de resolución de problemas ayuda a los pacientes a desarrollar nuevas habilidades y generar formas creativas de lidiar con los problemas, identificar y superar cualquier obstáculo para lograr sus objetivos y tomar decisiones más efectivas.
Terapia interpersonal:
La terapia interpersonal ayuda a los pacientes a identificar y resolver problemas interpersonales y sociales, incluidos los conflictos interpersonales, las transiciones de roles y la disminución o el agotamiento de las relaciones.
Terapias basadas en mindfulness:
Las terapias basadas en la atención plena también se denominan psicoterapias de tercera generación, como la Terapia de Aceptación y Compromiso, y utilizan la atención plena como una herramienta terapéutica. La atención plena se origina en las prácticas contemplativas, principalmente del budismo, y es una forma de meditación durante la cual el practicante presta atención a sus pensamientos, emociones, pero también a los sonidos o sensaciones físicas, en una actitud sin prejuicios.
Hospitalización por depresión
La hospitalización por depresión puede realizarse en salas de hospital y siempre está indicada en los casos más graves, o cuando el trastorno parece resistente al tratamiento ambulatorio. Durante una estancia hospitalaria, el seguimiento clínico y la presencia diaria de psiquiatras y otros profesionales de la salud mental permiten planificar una intervención terapéutica-rehabilitadora intensiva.