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Síndrome de Arrogancia

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Qué es el síndrome de arrogancia y por qué es importante comprender esta afección. Signos, síntomas y cómo se trata aquí.

El poder, sinónimo de éxito, siempre ha sido objeto de fascinación, por parte de quienes lo contemplan, pero también de quienes lo ejercen. Pero, más allá de la gloria, las múltiples responsabilidades, toma de decisiones y visibilidad que se les da a los líderes pueden contribuir a crear un excesivo sentimiento de omnipotencia. Aquí es cuando la búsqueda de poder se vuelve patológica y se establece el síndrome de arrogancia. Encuentra en este artículo las 14 señales para identificar la enfermedad del poder.

¿Qué es el síndrome de arrogancia?

El síndrome de arrogancia es un síndrome relacionado con el poder. Con características bastante similares a las de la personalidad narcisista, es un trastorno que afecta el equilibrio de la confianza en uno mismo: los controles deslizantes de autoestima, confianza y asertividad son como mucho elevados, y alimentados por el poder que se ejerce sobre los demás.

De hecho, dado que el acceso al poder es el desencadenante de este trastorno, el síndrome de hybris se puede discernir dentro de ciertas categorías de la población. Aunque no existen cifras precisas sobre la prevalencia de este trastorno por desmesura, es frecuente que se observe en personas que ocupan puestos de responsabilidad o que tienen un rol de liderazgo en los campos de la política, el deporte, la inversión o el entretenimiento: funcionarios, líderes empresariales, figuras políticas. y los empresarios están entre ellos, por ejemplo.

Es probable que este estado psicológico lleve a comportamientos narcisistas, abuso de pretensiones y actitudes impulsivas o incluso peligrosas para uno mismo y para los demás. Cuando una persona sufre un síndrome de hybris, todas las esferas de su vida se ven afectadas: la toma de decisiones impulsiva e irreflexiva provoca consecuencias críticas, la falta de compasión complica los intercambios relacionales y la sed de gloria disuelve la cohesión del equipo.

Es necesario entonces reaccionar para restablecer las buenas relaciones profesionales, recuperar la sana comunicación en pareja, lograr recuperar la confianza de los seres queridos o incluso volver a sentirse equilibrados en lo personal y en lo laboral.

Sabías ?

El síndrome de la arrogancia fue teorizado muy recientemente por David Owen en su libro publicado en 2008: El síndrome de la arrogancia: Bush, Blair y la intoxicación del poder, pero, el término utilizado, “arrogancia”, tiene sus raíces en la época de la antigua Grecia.

Escrito hybris, y traducido hoy como “exceso”, este término se refería al comportamiento arrogante, orgulloso y desobediente de personas que podían engendrar la ira de los dioses.

Este fue el caso en ese momento con Ícaro, que se sabe que murió después de volar demasiado cerca del sol. Luego, muchas personalidades históricas le sucedieron en la expresión de este exceso: Napoleón, Tony Blair, Georges W. Bush, etc.

¿Cómo sabes si tienes síndrome de arrogancia?

¿Cómo detectar la enfermedad del poder? David Owen ha teorizado 14 síntomas del síndrome de arrogancia, algunos comunes a otros trastornos, incluida la personalidad antisocial o el narcisismo.

Estos síntomas son:

  • Una búsqueda constante de poder y gloria.
  • Una representación embellecida de la propia imagen.
  • Una atracción excesiva por la apariencia y la imagen.
  • Una exaltación en la narración de hechos comunes
  • La sensación de un punto de vista idéntico al del propio poder.
  • Tendencia a presentarse en tercera persona.
  • Confianza ciega en el juicio y desprecio social
  • Una impresión de poder absoluto sobre sus habilidades.
  • La denegación de un juicio potencial por parte de la opinión pública
  • La creencia en un juicio invariablemente favorable.
  • Un aislamiento que conduce a una desconexión de la realidad
  • Una tendencia a la inquietud, la impulsividad y la imprudencia.
  • El rechazo de una reconsideración de las propias elecciones
  • Desconocimiento de la incompetencia en el ejercicio del poder

Es importante señalar que la identificación con al menos 3 de estos signos puede suponer la presencia de este trastorno, lo que obviamente debe ser confirmado por un profesional calificado en salud mental, ya sea psicólogo o psiquiatra.

Signo n°1: una búsqueda constante de poder y gloria

El síndrome de hybris se caracteriza principalmente por la búsqueda constante de gloria. Una persona afectada por ella ve el mundo como el de una arena, un lugar donde tener poder es obligatorio para alcanzar la gloria absoluta. La percepción de uno mismo y del lugar que ocupa en el mundo se distorsiona por completo.

Las principales obsesiones se centran entonces en todo lo relacionado con el poder y el control: hay que luchar inexorablemente para ser reconocido y poder controlar. Los demás son entonces todos percibidos como adversarios en lugar de socios, ya sea en la esfera profesional o en la esfera privada.

Signo n°2: una representación embellecida de la propia imagen

Dado que la fama va de la mano con la imagen, es natural que alguien con síndrome de arrogancia tenga una visión abrumadoramente positiva de sí mismo. Se considera una persona excepcional, superior a los demás, y su alta autoestima consolida el sentimiento que tiene de ser (casi) perfecta.

Aquí el amor propio está sobredesarrollado, y se alimenta de todos los éxitos anteriores: obtener un nuevo puesto en el trabajo, un ascenso o un premio, felicitaciones por una misión cumplida, una importante entrada de dinero, etc. Desafortunadamente, el aliento de la comitiva, aunque ingenioso, refuerza mucho esta visión de superioridad.

Signo n°3: una atracción excesiva por la apariencia y la imagen

Reflejar una imagen impecable y distinguirse de los demás es de suma importancia para una persona con síndrome de hybris: parece casi vital destacarse físicamente para establecer la superioridad y ser admirado por los demás.

Observamos entonces una fuerte preocupación por la apariencia física, y la considerable inversión de tiempo y dinero en construir una imagen impecable. La imagen reflejada debe ser impecable, por lo que todos los medios son buenos para parecer perfecto: medicina estética, restricciones dietéticas (como la ortorexia), obsesión por el deporte, etc.

Las expectativas físicas son casi tan altas para los seres queridos y, a veces, causan conflictos, especialmente con respecto a los estándares estéticos excesivos o la arrogancia falsamente oculta del individuo.

Signo n°4: una exaltación en la narración de hechos comunes

Un individuo con síndrome de hybris tiene una visión sesgada de su papel en el mundo, ya que está convencido de que está ahí para lograr solo grandes cosas. En consecuencia, todas las acciones que realizará serán teatralizadas: la narración de sus propios actos se hará con descripciones y maneras exageradas y embellecidas, aunque se trate de acciones comunes.

Esta forma mesiánica de relatar los hechos refleja una convicción real de su propia grandeza, de su importancia y de su eminente capacidad para resolver todos los problemas que encuentra.
Además, el lenguaje y las palabras serán elegidos cuidadosamente para fascinar al interlocutor, no sólo para persuadirlo, sino también para satisfacer su necesidad de ser admirado, reconocido y aprobado como líder, visionario o pionero.

Signo n°5: el sentimiento de un punto de vista idéntico al del propio poder

La posición siempre se decide en una persona que tiene este deseo de omnipotencia. Afirmará con firmeza que su punto de vista es el correcto, y que se suma al del poder de turno.

Dado que se identifica con cualquier forma de poder, sus objetivos le parecerán alineados con los de la organización o poder con el que se identifica. Entonces toma una posición directa y considera que su persona es esencial para el éxito del poder global. Se toma a pecho la responsabilidad de hacer “lo que sea necesario” para contribuir al buen funcionamiento del poder.

Su actuación puede ser percibida como autoritaria y su defensa de los intereses del poder o de la organización bastante rígida. Es probable que estallen muchos conflictos de intereses con colegas o familiares debido a esta conducta.

Signo #6: Una tendencia a presentarse en tercera persona

Hablar de uno mismo en tercera persona suele asociarse con una autopercepción superior. Una persona que habla espontáneamente de sí misma en tercera persona -cuando este hablar no es teatralizado- se ve más como un ente que como una persona: se sitúa en el centro, incluso por encima de todo lo que sucede a su alrededor.

El uso de “él” o “ella” es aquí una forma de establecer una distancia entre uno mismo y los demás, de marcar verbalmente una brecha con el interlocutor para hacer valer el poder.

A veces es el “nosotros” lo que se pronuncia. También reforzará en el individuo un sentimiento de grandeza y superioridad. También es un signo de megalomanía, que es un trastorno de la personalidad.

Signo n°7: confianza ciega en el propio juicio y desprecio social

Al tener una confianza en sí mismo extremadamente alta, la personalidad afectada por el síndrome de hybris se considera que siempre tiene la razón. Ella considera tener conocimientos y experiencias más ricos y se clasifica como superior a los de los demás, por lo que solo confía en su único juicio.

Como resultado, despreciará rápidamente las opiniones, los consejos y los puntos de vista externos, ya sean formulados por personas que conoce poco o por personas cercanas a ella. Este desprecio por los demás refleja una falta real de empatía que contamina las relaciones.

Dado que confía en su juicio, las elecciones que hace pueden ser desequilibradas, precipitadas e incluso tiránicas en el entorno profesional. Como resultado de este desprecio, observamos el aislamiento social ya que la comunicación se rompe por la falta de confianza en el otro.

Signo n°8: una impresión de poder absoluto sobre las propias capacidades

La impresión de omnipotencia sobre sus propias habilidades es común en las personas con síndrome de hybris: permanecen encerradas en la creencia de poder lograr cualquier cosa, independientemente de sus límites potenciales o de los obstáculos externos que puedan encontrar.

Tiende a percibirse a sí misma como invencible y se convence a sí misma de que las leyes y reglas no se aplican a ella. Su comportamiento se vuelve entonces arriesgado y peligroso, ya que sus planes excesivamente ambiciosos surgen en su mente. También hay informes de una actitud autodestructiva en este tipo de personas: el exceso de confianza en sus capacidades les empuja a ponerse en peligro.

Este sentimiento de invencibilidad se ve reforzado por la afluencia de testosterona (llamada por algunos la hormona del poder) y conduce a una distorsión de la autoimagen: la persona ya no tendrá discernimiento ni capacidad de autoidentificación. .

Signo n°9: la negativa de un juicio potencial por parte de la opinión pública

Negar rotundamente el juicio de los demás es sintomático de alguien con trastorno obsesivo del poder.

Dado que solo su visión representa la verdad, entonces no hay necesidad de escuchar las ideas y objeciones de otras personas.

Todo juicio, sin importar cómo se presente, será desechado instantáneamente.

Esta completa incapacidad para admitir errores y aceptar críticas está relacionada con los rasgos narcisistas que se observan en este trastorno. El individuo siempre tiene la razón, se vuelve tóxico y culpa a los demás cuando reconoce un fracaso.

La negación del juicio brilla enormemente en la esfera profesional: los fracasos se ocultan debajo de la alfombra y las objeciones de los empleados se dejan de lado.

Signo n°10: la creencia en un juicio invariablemente favorable

“El juicio, cualquiera que sea, me será favorable”: estas palabras podrían ser pronunciadas por cualquier persona portadora del síndrome de hybris. Al asociarse con su propio poder y con la historia, se da cuenta de que sus acciones y su persona necesariamente serán percibidas positivamente por la historia, independientemente de las consecuencias de sus elecciones.

Es una creencia que se asocia a una visión grandiosa de uno mismo y de los propios logros, junto con un rechazo categórico a las críticas y advertencias de quienes le rodean. El único juicio que cuenta será, para el hambriento de poder, el de la historia, y será necesariamente positivo.

Signo n°11: un aislamiento que conduce a una desconexión de la realidad

La pérdida de contacto con la realidad a menudo ocurre gradualmente cuando hablamos del síndrome de arrogancia. El individuo afectado se repliega en sus ideas despóticas reforzado por la visión que tiene de sí mismo y se aleja progresivamente de su entorno, pero también de su propia realidad.

Como está convencido de que es una persona extraordinaria y que su visión no es compartida por los demás, prefiere aislarse paulatinamente y alejarse de sus seres queridos para no confrontarlos más y seguir viviendo en esta burbuja de fantasías y creencias delirantes. , lo que lo tranquiliza.

Signo n°12: tendencia a la inquietud, impulsividad e imprudencia

Los comportamientos impulsivos, caprichosos e imprudentes son característicos del síndrome de arrogancia. Una persona con este trastorno tiene poca tolerancia a la frustración y los obstáculos. Es más propensa a los cambios de humor que la llevan a tomar decisiones impulsivas y arriesgadas.

La impulsividad y la imprudencia a veces son sinónimos de adicciones. El uso de ciertas drogas o adicciones sin sustancias son aquí un medio para tratar de restaurar el orden en la mente atormentada. La asunción de riesgos también suele causar más impacto y daño debido a la impulsividad de las decisiones y acciones que se toman.

Signo n°13: el rechazo de una reconsideración de las propias elecciones

Mentir, tergiversar la verdad, imponer las propias elecciones en detrimento de las de los demás… ¡Así es la vida cotidiana de una persona en una búsqueda obsesiva de poder! Rechaza sistemáticamente el juicio de los demás al contraargumentar con sus ideas y sus elecciones, que son, para ella, un símbolo de precisión.

Convencida de la validez de su propio punto de vista, se negará a oponerse o reconsiderar sus ideas, incluso si parecen objetivamente irracionales o irrealizables. Además, no duda en mentir y manipular a los demás para hacer cumplir sus elecciones y lograr sus objetivos. Este es particularmente el caso durante una relación de influencia con el pervertido narcisista que utilizará técnicas de manipulación mental para lograr sus fines.

Signo n°14: desconocimiento de la incompetencia en el ejercicio del poder

La incompetencia claramente mostrada y negada es el rasgo socialmente más observable del síndrome de hybris, particularmente cuando el individuo ejerce el poder públicamente.

Dado que tiene una visión exagerada de sus habilidades y su capacidad para tomar las decisiones correctas, se enfrentará a misiones y proyectos para los que a veces no tiene las calificaciones ni las habilidades requeridas. Sin embargo, estará convencido de lo contrario y, por lo tanto, no se dará cuenta de sus propias deficiencias.

Mala gestión de proyectos, inversiones a pérdida, microgestión… Estos fenómenos, cuando se niegan, pueden reflejar una necesidad codiciosa de poder.

¿Cómo tratar este síndrome?

¿Qué puedes hacer para volver a poner los pies en el suelo cuando tienes la enfermedad del poder?

Tratar correctamente un síndrome de hybris a veces es difícil, ya que las personas que lo padecen pueden tener grandes dificultades para reconocer su estado psicológico. Un individuo puede vivir varios meses o incluso varios años sin darse cuenta de que padece este trastorno de la personalidad, y retrasar así el establecimiento del diagnóstico.

A menudo, la señal de alerta proviene de los seres queridos: por falta de reconocimiento y para no sufrir más este poder abusivo, se irán alejando paulatinamente para no correr el riesgo de oposición, conflictos y los característicos arrebatos de ira extrema de este. problema.

El primer paso, y el más importante, es por tanto darse cuenta de que este delirio de grandeza se ha vuelto patológico.

Después de dar este primer paso, es importante acercarse a un psicólogo o psiquiatra para descartar la presencia de otra condición y así confirmar (o no) estas suposiciones.

Para volver a poner los pies en el suelo y liberarse de estas ansias obsesivas de poder, es necesario un enfoque terapéutico. Hasta la fecha, no existe un tratamiento farmacológico para reducir los signos del síndrome de arrogancia, pero existen soluciones comprobadas:

  • Psicoterapia: es una herramienta eficaz para ayudar a la persona con síndrome de hybris a comprender mejor los factores subyacentes que contribuyen a su comportamiento y visión de sí mismo. Se recomienda terapia cognitivo-conductual, terapia interpersonal o terapia de pareja, dependiendo de las repercusiones de este trastorno.
  • Métodos de relajación: la meditación, la sofrología, el mindfulness y la coherencia cardiaca son medios autónomos para poner en marcha mecanismos de seguimiento que previenen la aparición de estas disfunciones conductuales.
  • La intervención del entorno: puede jugar un papel crucial en la sensibilización de este trastorno. Cuidando de aplicar una comunicación honesta y abierta, premiando el comportamiento positivo, fomentando el cuestionamiento y evitando la autocomplacencia, proporcionará el equilibrio necesario para contrarrestar estos comportamientos.

A menudo, los síntomas se disipan a medida que disminuye la potencia. Entonces, si la búsqueda del poder va demasiado lejos, la forma más radical de liberarse de él es acortar, al menos por un tiempo, sus funciones y responsabilidades.
Es importante enfatizar que tratar un trastorno de personalidad es un proceso a largo plazo que requiere un compromiso continuo. ¡Trabajar en estrecha colaboración con los profesionales de la salud, buscar el apoyo de los seres queridos si es necesario y armarse de paciencia serán las consignas para liberarse de ella!

A retener

El síndrome de arrogancia es un trastorno de personalidad que afecta al individuo en una posición de poder y autoridad. El deseo de omnipotencia lo empuja a adoptar un comportamiento orgulloso, infla instantáneamente su confianza en sí mismo y lo hace abusar de sus poderes con los demás.

Este delirio de grandeza es culpable de muchos trastornos: conflictos, relaciones tóxicas con los demás, mala gestión profesional, aislamiento social, desequilibrio de confianza en uno mismo, conducta impulsiva, etc.

Para luchar contra tu propia fascinación por el poder, es importante ser consciente de este estado. El primer paso es hacer un diagnóstico con un psicólogo. Luego, varias soluciones ayudan a encontrar un equilibrio para finalmente liberarse de esta obsesión por la gloria.

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